
Tengo fe ciega en ti, y me creo las mentiras que me dices, cuando mirando por la ventana me juras que nunca me abandonaras, que siempre serás aquella niña que conocí una noche sin luna en un agosto sin calor.
Abro mi corazón y te doy la espalda, esperando a que termines con mi sufrimiento, a que acabes conmigo, utilizando tus armas de mujer que tan bien sabes manejar para darme y quitarme la vida, con una sola palabra, con un solo gesto, con un solo desprecio.