
Huir no es siempre el peor de los casos, siempre puedes quedarte y afrontar el camino marcado, bajar la cabeza y seguir al rebaño en busca del pasto que el amo proporciona. Podemos admitir que nuestra libertad queda encasillada conforme sea de grande nuestro corral, y que no hay más mundo más allá de donde nuestra visión no alcanza.
Pero otro mundo es posible, poco a poco te vas acercando al cercado, y pausadamente tus pies se situan de puntillas para comprobar como más allá de la granja hay un universo entero de pastos libres de vallas, libres por explorar, y poco a poco encuentras la llave que abre la puerta de tu libertad, para huir lejos y no volver jamás.