
Cuando me dijiste que tú querías un hombre como yo, pensé que estabas loca o que me estabas tomando el pelo, al final de las dos opciones resultó ser la primera.
Desde aquello ha llovido ya algún tiempo, mientras tanto seguimos dejando atrás aniversarios y contando de manera enfermizamente pueril los días que faltan para el próximo.
Desde que estás a mi lado, los días ya no pesan, la cálida voz del despertador me agrada, porque anuncia un nuevo día a tu lado, las arrugas ya no hieren como tijeras, el viento en contra no se lleva mi sombra, he comenzado a tachar los días del calendario, desapareció el miedo a envejecer pero apareció el miedo a perderte. Los miedos son necesarios, uno nunca puede estar cien por cien tranquilo. Yo tengo otros miedos, pero tú has sabido ayudarme siempre a superarlos.
Me has enseñado a hacer café, a conocer nuevas gentes, y conocerme a mi mismo, a separar la ropa de color y la blanca, a quererme un poco más, y a darme cuenta que puedo ser querido, y cómo no, a amar. Te lo habré dicho una y mil veces, pero el significado amor antes de que tú pasaras por mi vida, era una utopía, tú, me deletreaste una por una todas las letras, y la introdujiste en mi diccionario.
Contigo cada día es distinto, siempre me sorprendes con una cosa nueva, soy tan libre que a veces temo haberme encontrado conmigo mismo, porque sólo contigo puedo hacer y decir, lo que con otras personas sería una locura. Me comprendes mejor que yo y con una sonrisa tuya, arreglas mi peor día.
Brindemos pues por estrenar nuevos calendarios juntos.