


Otra vez la misma sensación de miedo, otra vez la misma sensación de enfrentarme a los reproches de mi alma, otra vez aguantar todos aquellos fantasmas. El camino acaba, otra vez, y está vez no hay más sendas que elegir. Sé que no está todo el pescado vendido, que aun seguiré vinculado a la ciudad que me presentó a la encarnación del amor, la ciudad que me enseño a sentir, la misma que me enseñó a echar de menos a los míos… Como decía, sé que volveré. Irremediablemente algo de Valencia corre por mis venas, y no, no es horchata precisamente. A falta de una semana que acabe todo, o al menos casi todo, veo que el final ha llegado. Valencia para mí, es el proyecto empezado que nunca continué, es mi miedo a cazar luces, mi sentimiento de ser alguien muy, muy pequeño.
Tengo la esperanza de volver a ser un nombre a pie de página, de volver a tener la misma ilusión que había en mis primeras fotos, de gritar al viento “soy fotógrafo” sin tartamudear al decirlo. Tengo la esperanza de que todo esto pase cuando mi universo gire entorno a otros universos distintos.
También tengo ganas de que la cámara me deje de pesar, cada vez lo hace con más fuerza, ganas de dejar de pensar que defraudo a tanta gente, ganas de ganarme la vida con esto, y dejar atrás tantos trabajos de mierda.
Lo peor de todo que las llaves del éxito las tengo yo, nadie como yo sabe lo que tengo que hacer para alcanzar mis metas, lastima que mis pensamientos están asustados por el futuro, y temen salir de mi boca.
Volveré, sé que volveré, cuando todo esto acabe, cuando la inocencia del primer día retorne a mí, cuando los mil proyectos que tengo en la mente, quieran ser escuchados por mí mismo, cuando empiece a creer, todas esas cosas que los que tengo a mi alrededor me dicen, volveré en forma de fotografía, o quizá de pintura, puede que de poema, o tal vez vuelva reencarnado en idea, pero sé que volveré, pero antes necesito tiempo, necesito despojarme de todo lo aprendido, necesito despejar ideas, viajar, romper cadenas, darme cuenta de mis defectos, pero sobre todo de mis virtudes, necesito pensar, pensar en mí y en quienes me rodean, ser feliz con ellos…
De hecho tengo la impresión de que escribir este manifiesto caótico ha sido el primero de los peldaños que he subido para volver.
Dentro de poco veréis al verdadero David.